jueves, agosto 17, 2006

Breve y condescendiente autorretrato

Una cicatriz en caída vertical me atraviesa el ojo derecho, justo por encima de la ceja. Esto genera desconfianza en casi cualquier lugar al que llego. Causo mala impresión a primera, segunda y tercera vista. Me imaginan violento, paria y deshonesto. Acaso tengan razón.
Tengo poco cuidado en la decoración y diseño del peinado. Uso el cabello largo, casi nunca lo recorto. A veces me abandono y dejo la barba, y que me la hagan, arrogante debilidad que no trato de ocultar; o sólo el bigote y un puñado de vellitos bajo el labio, o las patillas largas hasta cambiar la orientación de las líneas de la cara. En suma, un peludo camaleónico.
Tengo la nariz partida en dos lugares. La primera, por imbécil (caí a los ocho años, desde una torre de sillas, sobre el filo de una mesa); la segunda, por más imbécil todavía: no supe reconocer límites y me lié a golpes con un compañero de escuela que tuvo la mala ocurrencia de burlarse del yeso en mi nariz, rota en la estúpida caída, apenas una semana antes. Aún me duele la pedrada. Sigo sin comprender mis restricciones físicas y me rompo la cara de a tiro por viaje. Ya imaginarán que mis adversarios no me han dejado precisamente lindo.
Con todo, a mis veintiocho años, he tenido suerte con chicas y no tan chicas. Supongo que les he gustado por mis gestos y apariencia de malo, siempre cultivados con más entusiasmo que talento. Una mujer que conocí apenas bien, expresó de mí: “Pensé que era más malvado. Impetuoso. Pero es un tierno el pobrecito”. Qué podía decir. Las apariencias no fueron nunca más engañosas. Y bueno, no fue mi mejor noche, sin duda.

Para terminar, y no, diré que tengo pésimo gusto en el vestir; soy malversionista e incumplido. Doy terrible impresión en los camiones y pierdo la cartera casi siempre. No soporto que ninguna pague la cuenta en el bar, aunque siempre terminan haciéndolo. Lloro porque sí, como idiota adolescente, por cualquier cosa, y no tolero que digan de un poema: “está bonito”. Soy un ganador francamente inexperto, si saben comprender. No digo más. Salud, excepto.

2 comentarios:

G dijo...

Conozco la cicatriz, conozco la nariz (mapas en vivo y a todo color)... no puedo decir lo mismo de la barba en ninguna de sus modalidades (que pena) Lo de la primera impresión mmmm podría decir que en ocasiones la primera impresión es mucho más que solo la primera. Agregaré que eres mi gallo pa’l danzón JA! y de la cantada... ese será comentario aparte... Salud pues.

Anónimo dijo...

Decía Ortega que la elegancia se refiere, en un sentido etimológico, a la acción correcta (en el momento y lugar preciso)que exige la realidad. Es decir, aquel que es elegante no lo es porque se vista bien y proyecte una imagen impactante que puede ser falsa, sino quien actúa, se puede decir, correctamente (dice y hace lo preciso). Éste es, creo, el carácter distintivo de quien se dice poeta (Pessoa) o filósofo (Nietzsche)... En fin, ¿a qué venía todo esto?