I
Son apenas las cuatro treintaidós. Todavía ni amanece y ya tengo sueño; estoy borracho y no tengo la más puta idea de dónde pude haber dejado los zapatos. Había lodo en la entrada, además. He de estar envejeciendo. Ya no recuerdo.
Como si fuera poco, acabo de recibir cuatro o cinco mensajes de, mis amigos, allá en Chiapas. No tengo crédito en el celular, así que no puedo responder. Me cuentan que están bebiendo también, que Déborah volvió, que hubo quien me extrañó en no sé cuántos lugares sin bandera mexicana de navegación y que tendría que estar ahí, pues qué carajo hago en Xalapa de Mis Perros Muertos, ¿soy pendejo o qué?, si aquí nadie me quiere, es más, ni me gusta estar aquí, llueve todo el tiempo, pero así soy yo, ni la burla perdono, porque nunca entiendo nada, seré tarado, sí, tarado, a todas luces, porque ustedes me extrañan y me entienden, ustedes sí, no como yo, que nunca sé un carajo... ¿Qué más? Ah sí, ¿por qué no me uno a la parranda? (Chorrocientos kilómetros de viaje no son, seguro, razón suficiente para no asistir a la fiesta, habrá regalos y sorpresas). En fin, ese tipo de mensajes que nadan felizmente en alcohol y nostalgia y cariño y ya qué caso, y me hacen encender la máquina de palabrear para decir, cómo no, que esta boca es mía.
(Dónde coño habré dejado los zapatos).
II
El mundo que dejamos; aquella materia consumida ahora, que no tenía prescripción y que no fue poca ni barata; peligro autodestructivo y desterrado; hoguera donde todo y nadie ardió, después de todo; maldición que funambula sobre el rabo del Diablo, espantando al sueño y sus creaturas; elemental aprendizaje de la vida y su malversación. El mundo perdido quién sabe si a perpetuidad. Todo eso, y todo con dolor y qué miedo y qué vulgar, triste simpleza, luego del feroz portazo echado tras la espalda.
Creo con certeza que he perdido más vidas de las que viví. La primera, cuando dejé ir a mi madre y hermanas en un coche rumbo del olvido (fue ése el último día que vi en el espejo el rostro bueno que tenía). Después, cuando mi padre también hubo de irse (si la edad y el reino perdido a esa edad no me volvieron loco, pueden atribuirlo sólo a que –como todos– tenía ganas de lastimar gente todavía). Y poco más tarde, cuando lapidé para siempre aquella broma casi tierna de aquellos que fingieron llamarse como yo, otras tantas vidas que tuve y olvidé: el abusivo, el músico, el mal torero, el peleador, el amante, el obrero, el deportista, el comerciante, el cantor, el maestro, el corrector, el reportero, el transeúnte, el vago, el estudiante... Toda vida que elegí y abandoné a propósito.
Votar por una vida es rechazar aquellas que hacen todavía fila en la infinita posibilidad de lo imposible. Esto –mucho mejor que yo– lo dice Borges, o alguien más, pero esta descomunal ebriedad me impide recordar en dónde y cómo, y citarlo de forma adecuada. En fin, quise decir: que es imposible no pensar en el clásico “y si hubiera...”; aunque digan que el hubiera nunca llegó a tiempo o no existió.
Pero nadie ya, después de Lázaro, es inmortal o resucita. Nadie quiso inventar la frustración, lo inevitable, el misterio de un calzado que se pierde siempre en mala hora para extraviar la cuenta de los pasos y ensuciarnos pies y pantalón de lodo.
Y eso, por supuesto, tampoco sirve de consuelo.
III
Además de cerros, pueblos y ciudades, abandonamos también amigos, socios, cariños, camaradas, cafés, historias, mundos y linajes, “entre otras cosas”, nos cuenta el inventario de la Nada.
Posesiones ajenas que hicimos nuestras y dejamos. Superstición, regaño, estupidez, aburrimiento, luz y cenizas. Todo lo que el otro no ocultó, o no quiso, y se volvió entrañablemente nuestro. Gambitos de dama inexplicables, filosofías de arrabal, Casius Clay noqueando a formidables boxeadores; tres heróicos bandidos, tres Parcas, tres Vírgenes, tres Dolores y Julias y Marías que fueron nuestras en cualquier calle, cierto burdel, una esquina, alguna cama. Nada ni nadie hubo que los ojos no asaltaran ni pretendieran robar esas manos que tuvimos y eran nuestras. Todo, pero todo amor, lo digo parodiando pero en serio, todo amor no fue más que naufragio. Para qué engañarse.
IV
El mundo perdido, amigos –aunque insistan en beberlo–, se los digo, ya no existe. Fue una gota que no acababa de caer pero cayó, el sueño de un tesoro al otro lado de la isla, al otro lado de esa ficción visual que llamamos arcoiris, de un iba pasando, un se me ocurrió, una locura, qué sé yo.
Pero queda aún la carretera; su música ocurriendo, o con altas posibilidades de que pase junto a nosotros que desde ya estamos yéndonos hacia otro destino imperfecto todavía; quedan aún las nubes que atraviesan el horizonte sin llorar, sin recordar nada; queda una luz; una idea, un ya qué importa. Y sí, qué importa. Dejemos que todo esto suceda, que se vaya a donde deba, a donde quiera, en principio y en fin, largarse. Digamos salud, ai nos vemos, cuídense mucho, o mejor no se cuiden, no sean cobardes. No se cuiden. Un abrazo. ¿Volverán las golondrinas? Tal vez no, pero su oscuridad siempre será hermosa. Y que el Diablo nos bendiga. Qué más da.
P.S: Ya me acordé; ahora sé dónde exactamente dejé los zapatos. Imposible recuperarlos. Tampoco importa demasiado. Tengo otro par. Siempre lo tengo.
1 comentario:
Todo fuera como perder zapatos y recuperarlos o no... todo fuera como creer que el mundo perdido sí existe... todo fuera como imaginar que en algún lugar, en cualquier ciudad, en la más remota de las cantinas nos reencontraremos y haremos como que nada ha pasado y contaremos viejas y carcomidas historias y haremos también como que los años no nos han puesto la gastritis a todo lo que da, ni han sacado arrugas en los corazones, ni hemos vivido más de una vida a la vez y que las hemos echado a perder casi todas... dos cosas sí son ciertas Otálora... la primera, que el mundo perdido no existe (os doy la razón) y la segunda, que es un alivio pa' mi reconocerlo, me pone en la frontera del nada pa'tras todo pa'lante (con eso de que soy rete clavel)... Como quiera que sea, esta de acá te seguirá extrañando aun que sea a cuentagotas... si todo lo anterior suena contradictorio pus si, así es, ejem ejem... así soy... chin!
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